viernes, 18 de septiembre de 2009

¿Repetimos la historia? (Harold Olmos)

La historia suele parecer un círculo. Este jueves 17 de septiembre se ha manifestado un movimiento con algunas características de otro que ocurrió hace 31 años, aunque con motivaciones y personajes diferentes, bajo un escenario político también diferente. Grupos de dirigentes de Alianza Social, del líder potosino René Joaquino, han iniciado una cadena de huelgas de hambre. En La Paz, en Potosí y, de acuerdo a lo que informó PAT vía el programa No Mentirás, también en Santa Cruz.

A fines de 1977 se desató en Bolivia la cadena de huelgas de hambre que desembocaría en las elecciones generales de julio de 1978 que marcaron un episodio decisivo al final de la dictadura del general Hugo Banzer. Cuatro mujeres, de brava cepa minera, ingresaron al Arzobispado de La Paz e iniciaron el movimiento que hizo crujir al régimen. Casi simultáneamente, surgían focos de huelguistas de hambre en varios sitios de La Paz y otras ciudades, inclusive en Santa Cruz. En el diario católico Presencia se formó un piquete de una docena de huelguistas, entre ellos algunos que ahora son parte de la “nomenklatura” de apoyo al actual gobierno. El movimiento se esparció y en pocos días había centenas de personas que ayunaban, ante la perplejidad del régimen que no sabía o no podía frenar el fenómeno.

Hace 31 años, los huelguistas consiguieron motivar a grandes segmentos mayoritarios de la sociedad a favor de una amnistía general e irrestricta. Hasta ese momento, el régimen, que había convocado a elecciones generales, tenía una lista de más de un centenar de dirigentes a quienes llamaba “delincuentes políticos” que no podían retornar al país. Se destacaban en esa lista Hernán Siles Zuazo, Juan Lechín Oquendo y Marcelo Quiroga Santa Cruz. Por fin, en medio de una lluvia torrencial que se precipitaba sobre La Paz, el gobierno cedió y dictó una amnistía sin restricciones en la primera semana de enero de 1978. Todos pudieron retornar al país. El resto es historia, con muchas tragedias en el proceso antes que los bolivianos aprendiesen a apreciar la vida democrática.

El motivo de la huelga de hambre lanzada por Joaquino (hasta anoche él aún no era parte del movimiento) es frenar la intención del partido de gobierno de ampliar sin límites el registro de votantes en el exterior. Joaquino, y con él gran parte de la oposición, considera que un empadronamiento allende el 6% inicialmente programado de bolivianos que residen fuera de su país, se presta al fraude. Ese límite fue establecido con un acuerdo en el congreso entre el partido de gobierno, la oposición y la Corte Nacional Electoral. La sospecha de que el planteamiento oficial trae gato encerrado viene de las repetidas tentativas oficialistas de modificar las reglas del juego electoral. Primero, fue el intento de mantener el padrón electoral tal cual. Una alta autoridad de la CNE admitió que hasta un 30% de ese padrón podría estar contaminado. Ante el reclamo creciente contra ese padrón declaradamente irregular, surgió el padrón biométrico, unánimemente acogido. Las fuerzas oficialistas intentaron después abrir la posibilidad de un padrón mixto (¿?), entre el antiguo y el moderno, entre el analógico y el digital, entre lo viejo y lo nuevo. La idea sucumbió ante la asistencia masiva de ciudadanos que optaron por inscribirse bajo el nuevo padrón. Y ahora se busca ampliar la votación en el exterior, donde un estricto control opositor es casi imposible.

Ha empezado a rodar un episodio cuyo desenlace parece todavía luce imprevisible y que plantea un desafío al gobierno del presidente Morales. Merecerá nuevos comentarios.

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