lunes, 13 de julio de 2009

El nuevo rol de Santa Cruz

Se diría que las banderas blanquiverdes fueron sustituidas por banderas íntegramente blancas. Las banderas de la paz o de la rendición

Una noticia que en Santa Cruz no ha recibido la atención que merece y en el resto del país ha pasado poco menos que desapercibida, es la relativa las decisiones adoptadas en la más reciente Asamblea de la “Cruceñidad”. El asunto es importante porque marca el inicio del que sin duda será un largo proceso que esa región deberá seguir si quiere recuperarse de las contundentes derrotas que le fueron asestadas por el oficialismo durante los últimos meses.
El rumbo que tome y las formas de acción que elija el Comité Cívico cruceño serán factores que influirán mucho en el futuro inmediato de la actividad política nacional. Es que pese a lo deteriorada que quedó la oposición cívico regional no deja de ser un actor protagónico con suficiente fuerza para que cuanto haga o deje de hacer deba ser tomado muy en cuenta por quienes pretenden influir de algún modo en el futuro inmediato de nuestro país.
En ese contexto lo más relevante resulta ser la forma y el tono con que se deliberó. Según coinciden los reportes de prensa al respecto, fue notable la diferencia en comparación con anteriores asambleas de la “cruceñidad”. Esta vez predominaron los discursos calmos y reflexivos sobre los radicales y los discursos belicosos fueron desplazados por los dichos en tono concertador.
Tan elocuente como lo anterior fue la ausencia de los principales dirigentes regionales que comandaron las luchas durante el año pasado. Es comprensible, pues los fracasos a los que fue conducida por sus líderes la oposición cívica cruceña dieron lugar a pugnas internas y éstas ponían en riesgo la unidad de las principales instituciones de Santa Cruz. Razón más que suficiente para que los derrotados se replieguen y dejen su lugar a nuevos liderazgos, por ahora en estado embrionario.
En lo que al fondo se refiere, se destaca la adopción de una actitud defensiva. La máxima prioridad ahora es armar una línea de defensa legal para proteger a las personas que consideren que sus derechos fundamentales están siendo violados. Se decidió hacer de los estrados judiciales el principal, si no único campo de batalla, y convocar a una marcha ‘por la justicia, la libertad y la democracia’ para el 15 de julio. De autonomía, ya ni hablar. Se diría que las banderas blanquiverdes fueron sustituidas por banderas íntegramente blancas. Las banderas de la paz o de la rendición.
Como se ve, nada que se parezca a lo que se podía esperar hace un año, cuando el Comité pro Santa Cruz obtenía un triunfo tras otro y parecía consolidarse como el núcleo de oposición. Un drástico cambio que hasta ahora no ha recibido la atención que merece de quienes se proponen describir, interpretar y comprender cuanto está ocurriendo en nuestro país.

domingo, 12 de julio de 2009

Un sistema político en ruinas

Patético cuadro que da cuenta de la precariedad de la democracia boliviana y de la ineptitud de quienes actúan en nombre de ella

Según el calendario electoral que rige el proceso que deberá concluir el 6 de diciembre próximo, el pasado jueves feneció el plazo para que las organizaciones políticas obtengan o renueven su personería jurídica y queden así habilitadas participar en el acto.
Concluida esta etapa, la ex Corte Nacional Electoral, hoy Órgano Electoral Plurinacional (OEP), ha informado que son 15 las organizaciones, entre partidos políticos y agrupaciones ciudadanas, que quedaron habilitadas. Dos de las 17 registradas, ADN y FRI, fueron eliminadas.
A primera vista, podría creerse que tal cantidad de organizaciones políticas --la mayor parte de las cuales se niegan a identificarse como partidos-- es una muestra de lo saludable que está la democracia boliviana. Podría suponerse, incluso, que intermediación entre la sociedad y el Estado es lo que menos falta hace en nuestro país y que la institucionalidad democrática descansa sobre sólidas bases.
Resulta evidente, sin embargo, que esa es una apariencia que en nada corresponde a la realidad. Es que salvo una o tal vez dos excepciones, lo que se esconde tras tal abundancia de siglas es una falacia total. En los hechos, hay en Bolivia una sola organización política digna de tal nombre, el Movimiento al Socialismo, y el MNR, que sin duda aún vive, pero aparentemente en estado vegetativo. Alguna otra, como el Movimiento sin Miedo existe sólo en una ciudad del país, otras dos, como UN y AS no pasan de ser muy pequeños grupos de amigos reunidos alrededor de un aspirante a candidato y todas las demás, la inmensa mayoría, ni a eso llegan.
Esa es una cara de la penosa realidad. La otra es que más de diez individuos han anunciado sus intenciones de ser candidatos a la presidencia del Estado Plurinacional. De todos ellos, sólo uno, Evo Morales, cuenta con una organización política seria que lo respalde. Es decir, tan abundantes como los partidos sin seguidores y sin candidatos, son los candidatos sin seguidores y sin partido. Tal paradoja ilustra con toda claridad el estado comatoso en el que está el sistema político boliviano.
Pero la viveza criolla ya ha hallado la forma de resolver tan paradójica situación, aunque sólo sea en las apariencias. Consiste en una especie de mercado negro de siglas en el que sus propietarios y los aspirantes a candidatos regatean los precios y las condiciones en las que se harán los contratos de compra, venta, alquiler o anticrético. Así nació hace algunos años el MAS.
Ahora les toca a todas las fracciones de la oposición salir a buscar entre los desechos alguna combinación de letras que sirva para simular una organización política que en la realidad no existe. Patético cuadro que explica en gran medida la precariedad de la democracia boliviana.