martes, 15 de septiembre de 2009

¿El extravío de la sensatez? (Editorial de El Deber)

Es sabido que la Feria Exposición de Santa Cruz es un alarde del espíritu emprendedor y de la capacidad productiva de hombres y mujeres de estas llanuras. Que es el principal escaparate para que propios y extraños constaten que aquí, a pesar de los obstáculos, de la crisis, de los agoreros y de los desafectos, de los que gratuitamente nos tienen entre ojos, se hacen esfuerzos en serio por dejar atrás el rezago y avanzar hacia un mejor destino. Por eso, entre otras cosas, la Expocruz debe centrar su mayor interés en renovarse y superarse cada vez que abre sus puertas.

Pero ocurre que en los últimos años, como si fuera cuestión de vida o muerte, ha vuelto a ser aireada la polémica sobre si debe o no invitarse al jefe de Estado a la Expocruz, habida cuenta de lo tirante de las relaciones gubernamentales con la región y algunas de sus principales instituciones. Esta vez, todos los dardos parecen apuntar al presidente de la Cámara de Industria, Comercio y Turismo de Santa Cruz (Cainco) y a su directorio por haber formulado el anuncio de que don Evo Morales Ayma, merced a su investidura, recibirá el convite ferial. Las mayores expresiones de disgusto contra la Cainco y su titular han sido formuladas en el Día de la Tradición cruceña, que quedó marcada por el matiz de unas encendidas y hasta disparatadas alocuciones sobre el tema, como si fuera lo más trascendente o importante de aquella celebración. Entre lo disparatado figura eso de convocar y organizar grupos que salgan a marchar contra los ‘empresarios traidores’.

Al máximo representante empresarial cruceño también se lo acusa de haber “negociado la libertad de los cruceños” (¿?). Una asamblea cívica, a realizarse en las próximas horas, someterá a debate el asunto y podría emitir cuando menos un voto de repudio a los ‘traidores’ de Santa Cruz.

La figura no es novedosa. Hace poco más de una década se pretendió encasillar a este medio de comunicación como ‘traidor’ de la región y ‘enemigo’ del cooperativismo por haber cuestionado, desde el interés informativo, la millonaria inversión de una cooperativa de servicio que entonces planteaba unas razonables dudas que nunca fueron aclaradas.

Para juzgar lealtades o traiciones está, en el fuero íntimo de las personas, la propia conciencia. O, en todo caso, las instancias que por ley les corresponda intervenir, según la naturaleza del hecho.

En la desafortunada circunstancia que deja entrever una seria fisura de la ‘institucionalidad’ cruceña y que ocupa estas consideraciones, es posible detectar, además, un penoso extravío de la sensatez que está en sintonía con los radicalismos y la intolerancia que estropean la democracia y los derechos de las personas. El mismo extravío que en una coyuntura nacional de gran complejidad nos ha hecho perder el norte como región, en ausencia de una interpretación cabal de los hechos, de los más idóneos liderazgos, de la mejor estrategia.

Y así nos va yendo… Es una enorme y preocupante pena.

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