miércoles, 16 de septiembre de 2009

“La República” de García Linera (J. Lizandro Coca Olmos)

VENI, VIDI, VICI

En el periódico del 14 de septiembre salió publicada una nota que ponía “El Vice le dice “ignorante” a Manfred Reyes Villa”, en la que se decía que, como respuesta a la propuesta de éste de recuperar la República de Bolivia, aquel (el Vice) habría dicho que le mandaría un ejemplar de “La República” de Platón, al candidato del Plan Progreso, puesto que el opositor ignoraría que el origen de la palabra “república” hace referencia a la “cosa pública”, y que eso es lo que el MAS estaría construyendo en Bolivia.

El bien público de una nación no son solamente riquezas naturales o inmuebles, lo son también los principios y valores sobre los que se la construye, y también sus instituciones. En el caso de Platón, su República es el ejemplo más antiguo de Estado totalitario, con tres castas rígidamente definidas: Los filósofos –destinados a gobernar--, los soldados, y los artesanos.

Algunas de las partes sobresalientes de la obra platónica son las siguientes (1) La descripción que se hace del filosofo-rey es un autorretrato del autor, (2) las mujeres son de todos, son propiedad colectiva, (3) justicia, para Platón, es que todos sepan cuál es su lugar y permanezcan en él, (4) felicidad es que todos estén conformes con el lugar que les corresponde y no ambicionen alcanzar uno diferente.

Entonces, nuestro greco-cavernario Vicepresidente acude a la versión más arcaica de República para refutar la propuesta de Reyes Villa, ignorando que el concepto y los modelos de República han evolucionado, principalmente con Maquiavelo, con la Revolución Francesa, y posteriormente con el constitucionalismo norteamericano, hasta convertirse en sinónimo de orden social cuyos principios supremos sean la libertad, la igualdad ante la ley, y la justicia como ecuanimidad, en los que la Constitución y las leyes sirven para limitar el poder del Estado y los abusos de los gobernantes, los individuos están sometidos a normas de recta conducta conocidas con anticipación (y no al capricho de las autoridades), y cuyos gobernantes son elegidos a través del voto secreto universal y directs, en competencias con pluralismo político y libertad de expresión, para constituir gobiernos con separación y equilibrio de poderes.

Ese, de manera muy sucinta, es el concepto de República moderna. Si García Linera se ha quedado con la idea republicana de Platón, considerada por las ciencias políticas como el antecedente más arcaico de las teorías del Estado, y leído como libro básico de la introducción al pensamiento político, entonces estamos realmente jodidos. Hace mucho que dejé de considerar a García Linera como un intelectual serio, pero después de esto, ha pasado de ser un charlatán neomarxista rococó, a un patético partidario de arcaísmos totalitarios.

La respuesta de mi amigo Erick Fajardo, sin embargo, tampoco me gustó para nada. Primero le dice al Vicepresidente que debería comenzar por instruir a la mitad del gabinete ministerial, insulto simplón, y luego que García Linera no podría entender la primera página de un manual de inversión pública, haciendo referencia a la innegable capacidad de gestión de Manfred.

Esta era una buena oportunidad para decirle al Vicepresidente que lo que él defiende, y lo que el MAS ha estado construyendo, es un Estado totalitario arcaico, precisamente del estilo de la República ideada por Platón, mientras que Manfred reivindica el concepto de Estado Republicano Moderno para Bolivia, con principios y valores libertarios y democráticos, con igualdad ante la ley y justicia. Pero no, se dejan conducir al terreno de los insultos inútiles, donde el MAS es experto, y abandonan las banderas de la República, para abrazar el discurso populista de las obras y la inversión pública.

La refutación del Vice fue básica, pobre, patética, ni siquiera se acerca a mediocre, fue un total y ridículo absurdo de las ideas políticas y, sin embargo, en lugar de aprovecharlo para poner en evidencia su espíritu totalitario y su arcaísmo, lo que hacen los de Plan Progreso es bajar el nivel y la calidad del discurso, para ponerse a la altura del debate vacuo y fútil del evismo de moda.

Aún espero que abandonemos la infinita mediocridad del discurso dentro del campo político, porque es necesario, porque también se pude educar a la población a partir de la política, pero para ello es preciso dejar de lado las salidas facilonas que ya no impresionan a nadie.
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El autor es miembro del Instituto Libertad, Democracia y Empresa
lizandrocolmos@gmail.com

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