domingo, 13 de septiembre de 2009

Mis derechos civiles y políticos (Ana María Romero de Campero)

Cuando ejercía las funciones como Defensora del Pueblo (DP), entre abril de 1998 y 2003, el Dr. René Blatmann, notable jurista y actualmente juez de la Corte Penal Internacional, me sugirió interponer un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley del DP por considerar que ésta violaba mis derechos civiles y políticos. En su opinión, era inaceptable que se exija a ningún funcionario/a que se abstenga de optar a un puesto electivo durante los cinco años posteriores a la terminación de su mandato.

Le di la razón en cuanto a que evidentemente ese artículo implicaba la restricción de un derecho constitucional, pero le respondí que optaba por el bien mayor: al ser la primera Defensora del Pueblo consideraba importante dejar sentado que la institución no debía servir como trampolín hacia la política, como ocurrió en otros países.

Como les consta a muchos militantes políticos, entre ellos Óscar Eid, en el Defensor nunca se discriminó ni se favoreció a nadie por sus ideas y se atendió todas las quejas sobre violaciones a los derechos humanos con igual prontitud y esmero.

Esa abstención consciente a ejercer mis derechos civiles y políticos en resguardo de una institucional que quise proteger, se prolongó durante los cinco años que duró mi participación, en la creación, primero, y la dirección, después, de la Fundación UNIR Bolivia. La neutralidad con que debían llevarse adelante sus tareas así lo exigía.

Hace ocho meses que dejé UNIR para dedicarme de lleno a cosas que añoraba hacer, como pasar más tiempo con la familia, leer y escribir. La decisión de aceptar la invitación para postularme a una senaduría la he realizado, pues, como una ciudadana en pleno goce de sus derechos civiles y políticos, que cuando le cupo cuidó hasta el extremo el no afectar la independencia de ninguna institución, incluida la del periodismo.

No he vuelto a ejercer el periodismo desde 1998 en que asumí las funciones de Defensora del Pueblo, haciendo una clara separación entre la profesión y el mundo público. ¿Que si mis reparos fueron excesivos? Posiblemente, pero debo admitir que me siento no sólo tranquila, sino también consciente de haber trazado una línea no imaginaria, sino real entre ambos espacios.

Mi ingreso a la política ha generado y estimo que seguirá generando todo tipo de reacciones. Las recibo como parte del costo por ingresar en el mundo público y como una muestra de la polarización en que vivimos. Nos quejamos mucho de lo que pasa en el país, nos pasamos la vida diciendo lo que debiera o no hacerse, tirando piedritas a las ventanas del poder, pero sin animarnos a cambiar las cosas por dentro. Y digo ‘nos’ porque yo también era parte de ese coro de la tragedia griega hasta la semana pasada. Pero el horror a que nos dividamos y la preocupación porque se frustre un proceso que puede permitirnos construir un país con equidad y justicia ha hecho carne en mí durante este tiempo de retiro y me ha decidido a dar el paso. Ha pesado en mí la convicción de que no puedo negarme a brindar mi esfuerzo al ánimo de tender puentes y concertar que me ha manifestado el presidente Evo Morales y que considero imprescindible.

Al igual que los indígenas, las mujeres estamos conquistando un espacio de igualdad en el mundo político donde quisiéramos marcar una diferencia. Amo Bolivia, amo a mi gente, siento un compromiso profundo con su futuro y, en particular, con los humildes y su destino. Creo que se necesitan personas que desde el interior de la Asamblea Legislativa Plurinacional ayuden a articular los acuerdos que se requieren para consolidar los cambios, escuchen las ideas ajenas con respeto y se propongan dar forma al nuevo Estado que surgirá de la nueva Constitución pensando en el bien común.

* Candidata invitada a la primera senaduría de La Paz por el MAS

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