El parto de los montes (Ilya Fortín)
Para quienes durante meses y meses esperaron impacientes una operación de alquimia política que diera como resultado un frente amplio sólido, coherente y serio para hacerle frente al oficialismo, la conformación de candidaturas ha sido como el parto de los montes: rugieron las montañas, y parieron un ratón. Se especuló hasta el cansancio con la idea de una candidatura única, asumiendo que el simple voluntarismo y el frágil concepto del antievismo serían suficientes para realizar un milagro. Una vez más, la oposición no supo comprender la magnitud de la crisis estructural por la que atraviesa, exponiendo sus debilidades en un poco elegante acto de supervivencia, que dejó a flor de piel la red de intereses que la sustenta.
Primer apunte: el único que anticipó adecuadamente este degolladero fue Carlos Mesa. Vio venir la cosa desde lejos, y se bajó a tiempo de la carrera, evitándose así el bochorno al que se expusieron otros candidatos menos sagaces. Se le debe reconocer que supo leer el escenario más allá de la pequeña coyuntura, ponerse a buen recaudo, y guardarse para el futuro.
En el otro extremo está Víctor Hugo Cárdenas, el candidato que más posibilidades ofrecía. Madrugó pensando que amanecería antes, y el rato del rato, fue rápidamente devorado por las fierecillas de la política del arreglo y la componenda. Siendo un poco más crudos, habrá que decir que no solamente fue su tibieza la que le deparó ese destino; su carrera feneció algo antes, cuando el empresariado cruceño le negó el financiamiento.
La chequera fue finalmente la protagonista principal y la dirimidora de todas las pugnas y aspiraciones. Los grupos de poder cruceños decidieron apostar por la línea dura (Reyes Villa y Fernández), y allí el cuento se acabó para el resto. Y es que así nomás es. Cuando falta lo esencial, la plata es absolutamente imprescindible. El “pequeño” inconveniente para este forzado alineamiento detrás de los verdes, fue Doria Medina, que al poseer partido/empresa propios, no depende de la generosidad de nadie. Su ego, su fortuna y su deseo de ocupar el inexistente centro político parecen ser más grandes que la presión y el acoso para que desista en su candidatura, que dividirá en dos el voto de la oposición. Es lógico: a muchos opositores les resulta inadmisible la disyuntiva de tener que votar por una fórmula que no sólo representa la restauración de un régimen agotado, sino la reminiscencia a las dictaduras más duras, sobre todo en una elección en la que no está en juego la presidencia (véase las encuestas).
Lo ocurrido con el MNR no deja de llamar la atención. A primera vista, quedaron sin soga ni cabra; pagaron el costo histórico de prestarse un candidato que representaba su antítesis ideológica, que para colmo les hizo un desaire a última hora, dejándolos fuera. Ojalá con esto se deje de arrastrar por las calles el cadáver de un partido sin el que no se puede comprender la historia del país, y la memoria de sus fundadores y de sus viejos líderes pueda descansar en paz.
Este parto de los montes, decepcionante en gran medida para la oposición moderada y democrática, estuvo signado además por el impresentable paseo de candidatos de una sigla a otra (digo siglas porque en realidad no es posible hablar de partidos). La subasta de espacios en las listas y los apresurados acomodos de última hora en un sálvese quien pueda, le han dado al concepto de transfugio un nuevo significado. Para muestra un botón: en la misma sigla candidatean el señor Óscar Ortiz y el mayor Vargas. ¿Alguien podría explicarnos qué es lo que estas dos personas tienen en común?
jueves, 17 de septiembre de 2009
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