TAL COMO LO VEO
Evo Morales está muy pancho en el trono, pues la vieja “clase” política no ha logrado articular nada que le preocupe; pero la lógica inmediata no rige en el fenómeno político, y todos pisan terreno muy deleznable. Analistas, periodistas y ciudadanos opinamos apoyándonos en supuestos, con peligro de que todo nuestro andamiaje lógico se desmorone por impredecibles cosillas que podrían alterar el panorama en cualquier momento. Teorizamos y hacemos predicciones razonables basándonos en la observación y en la experiencia, ordenando y analizando datos y hechos más o menos verosímiles; pero la información más importante está siempre fuera de nuestro alcance.
Las “ciencias políticas” tampoco sirven para hacer predicciones, por falta de métodos claros y porque sólo estudian formas de gobierno, sistemas políticos, problemas entre el Estado y el medio social, relaciones entre los organismos de poder y algunos aspectos del liderazgo político. La sociología europea reduce los problemas políticos a un estudio de las instituciones del Estado como organismos sociales casi independientes; y la norteamericana tiende a concentrarse empíricamente en el comportamiento político de los ciudadanos. En Bolivia predomina esta última escuela: pero a los políticos profesionales eso les importa un bledo, porque su único objetivo es apoderarse del poder. Para ello no necesitan cerebro, sino nariz.
La política no es arte ni ciencia. Puede ser un frío puchero cocinado en componendas entre líderes, en los palacios de gobierno o en una junta de accionistas; pero también en las alcobas de los grandes hombres públicos, no entre sesudos ministros y expertos asesores, sino en brazos de damas de honor distraído y cabeza hueca, como en una telenovela porno romántica: ¿Qué fue de Condepa, el partido populista más grande de nuestra historia? Se derrumbó en un santiamén por una crisis sentimental de sus jefes Carlos y Mónica.
La historia misma es un tejido superficial, y no en vano se habla hoy de una “parahistoria” y de una “parapolìtica”, o sea los factores inadvertidos, ocultos o secretos que inciden en los cambios sociales y que están más allá de la política y de la historia. No podemos confiar en lo que leemos o escuchamos, y tampoco en los sondeos de opinión, pues cuanto más lejos estemos de los centros de poder, menos confiable será la información disponible: el poder es siempre piramidal, y sólo conforme se asciende hacia la cumbre es posible acceder a ciertos conocimientos vedados para los de abajo.
La verdad está en la cúspide, tan remota, inaccesible y voluble que aún las decisiones de los más pintados caudillos tercermundistas carecen de importancia. ¿Por qué, de la noche a la mañana, Jaime Paz recuperó su visa y pasó a encabezar los sondeos preelectorales? Es inútil hacer predicciones sin conocer los resortes reales de la dinámica política, pues de nada sirven las estadísticas ni la lógica, y lo más cuerdo es esperar siempre lo peor, aceptando que estamos condenados a un desgobierno más, de cualquier partido que fuere.
¿Quién pudo prever, hace pocas décadas, que Hitler atacaría a la URSS en invierno, aconsejado por sus brujos; que el Tío Sam saldría de Vietnam, rabo entre piernas; que la URSS se derrumbaría como un castillo de arena? ¿Quién iba a imaginar que en Bolivia perros y gatos acabarían gobernando juntos (MNR-FSB y ADN-MIR)?
¿Y usted qué cree? ¿Resucitará otra vez el MNR, como Drácula? ¿Volverá la vieja “clase” política? No sería un milagro de Dios, sino culpa de un “voto castigo” contra pillerías de hoy olvidando rapiñas de ayer.
jueves, 10 de septiembre de 2009
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