LA NOTICIA DE PERFIL
La otra noche, al concluir mis clases de tango en el naiclú Malena, de la ciudad de El Alto, fui invitado por mis amigos yatiris Titirico y Calimán a celebrar la entrega de las listas de candidatos del MAS que se produjo en la Corte Electoral la noche anterior.
En medio de la euforia de los afortunados que fueron elegidos por Evo y Álvaro, brindamos por los nuevos padres de la patria que estrenarán su paternidad en la próxima Asamblea Plurinacional, Indígena, Multicolor y Folklórica, que así se llamará al nuevo Poder Legislativo, mientras las chicas que conforman el elenco estable del naiclú pedían a los elegidos de Evo tarjetas impresas con el nombre del futuro parlamentario y su número telefónico. Otros no tenían aún sus tarjetas impresas y repartían entre las chicas fotografías dedicadas con la firma del prócer.
En un momento culminante de la reunión hablaron los agasajados pronunciando discursos trascendentales en los que elogiaban la inteligencia y sobre todo la clarividencia del presidente Evo al haberles escogido para la importante función de legisladores por el Movimiento Al Socialismo, no faltando alguno que anticipó los proyectos de ley en beneficio del pueblo de Bolivia que presentaría en la próxima legislatura.
Cuando todo marchaba muy bien y todos hacíamos elogios de la oratoria y la inteligencia de los festejantes, comenzaron a aparecer algunos cholos sombríos que venían a ahogar en llanto su decepción por no haber sido consignados en las listas del MAS o por haber cesado en sus funciones legislativas, o por no aparecer en ellas pese a las promesas que les habían hecho Evo, Álvaro y otros “traidores” a la causa del MAS, como los calificaron llevados por su encono.
El más dolido de todos se sentó a mi lado y abrazándome me dijo, mientras lloraba sobre mi hombro: “¿Te das cuenta, hermanito, de lo ingrato que se ha portado conmigo ese ‘desgraciado neoliberal’ del Evo al no ponerme otra vez en sus listas? Yo me he jugado el pellejo tantas veces por él y por García Linera, levantando mi mano para aprobar todas las mociones del MAS, que es mi partido, o mejor dicho que era”.
Traté de consolarlo diciéndole que la política es muchas veces ingrata y que a veces los jefes te usan, te exprimen como si fueras un limón y luego los jefes te echan después de haberte chupado el jugo, pero el ciudadano estaba inconsolable y siguió llorando sobre mi hombro, teniendo que invitarle otro trago para ahogar su pena y su decepción.
El desplazado siguió k’ekeándose y lloraba con tal sentimiento que contagió su llanto a mis amigos yatiris y a las chicas del naiclú Malena. Me separé cuando en el colmo de su amargura me dijo el siguiente disparate: “¿Qué tiene, pues, la Ana María Romero de Campero que yo no tenga?
Quise responderle pero el pobrecito desplazado se durmió.
viernes, 11 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario