domingo, 6 de septiembre de 2009

El golpe... (Cayetano Llobet T. )

ENTRE PARÉNTESIS…

Manfred y Leopoldo no patearon el tablero. Lo que pasa es que no había tablero, y por eso cada quien jugaba el juego que quería. Cuando ellos lanzan su candidatura, colocan un tablero y obligan a los demás jugadores a entrar o no en un juego que empieza a ser definido.
En primer lugar, al Gobierno, que se encuentra con una situación inesperada: resulta que durante casi un año ha trabajado, sin querer, para ofrecer una víctima al electorado, ¡con lo que cuesta hacer eso en política! Y ahora sus brillantes abogados
—puestos para convertir lo ilegal en legal, según la versión de Evo Morales— tienen que improvisar todas las martingalas posibles para impedir la campaña desde una cárcel… ¡Flor de campaña la que se puede hacer! Con un agravante: todos los calificativos, insultos, burlas, ataques oficialistas a Manfred y Leopoldo terminan fortaleciéndolos. Porque no cabe la menor de las dudas de que el principal mérito, la indiscutible virtud de esta candidatura, es la de monopolizar la condición de oposición.
Y no es por falta de razones: Manfred Reyes Villa fue el primer político que se atrevió a disputarle a Evo Morales lo que hasta ese momento era su mayor plaza fuerte, Cochabamba, y le ganó. Fue el primer Prefecto contra el que el Gobierno intentó un golpe de Estado. Fue el único de los nueve prefectos que mantuvo firmemente su posición del No al referéndum revocatorio. Leopoldo Fernández es, por su parte, la figura emblemática de lo que constituye la arbitrariedad gubernamental. Un año preso, sin debido proceso, con todas las características del prisionero político. ¿Qué otro frente puede disputar esas credenciales para erigirse en oposición? En el plano internacional: cuando llegue un corresponsal importante de una publicación importante y quiera entrevistar a los candidatos a la Vicepresidencia, ¿lo van a llevar a San Pedro? Y cuando se empiece a averiguar de nuevo lo realmente sucedido en Pando —sin alcahueteríos como el de Mattarolo—, ¿estarán disponibles todos los protagonistas, incluyendo a Quintana?
Y también descoloca a los demás candidatos, porque, les guste o no, el nuevo tablero impone otros razonamientos. Doy por hecho que no todos los candidatos pretenden ser oposición, y tienen sus razones
—cuantiosas, a veces—, y me merecen todo el respeto del mundo. Pero, ¿qué van a hacer aquellos candidatos que sí pretenden ser opositores? Específicamente me refiero a dos de los candidatos por quienes siento especial aprecio y respeto: Víctor Hugo Cárdenas y Germán Antelo. A estas alturas (esta columna se despacha el viernes) supongo que ambos ya habrán decidido apostar por el frente amplio. El primero, Víctor Hugo, ha sido uno de los que más fuertemente han reclamado la necesidad de unidad para conformar un frente: ante una opción de oposición claramente más fuerte, Manfred–Leo, tiene la gran oportunidad de aplicar a su candidatura el desprendimiento y grandeza que él reclamaba a los demás. Y en el caso de Germán, es más sencillo todavía: Santa Cruz, ¡qué duda cabe!, va a votar mayoritariamente contra Evo Morales y su proyecto, porque es Santa Cruz la que se erige en la primera víctima de ese proyecto. Es obvio que van a elegir a la candidatura más fuerte. El aporte de Antelo consolida las bases del frente y lo hace más nacional.
No cabe ninguna duda: la candidatura anunciada ha constituido un golpe político suficientemente serio y contundente como para que los demás reflexionen. Y para el Gobierno, la necesidad de asumir que aquello de derrotar, aplastar, liquidar, entregarle comida a los gusanos, no había sido tan fácil…
* Analista político
tanollobet@yahho.com

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