Y no habrá vuelta que darle a la situación porque incluso las fuerzas que podrían alzarse para controlar los desbordes de los vencedores —Evo y su gente allegada— estarán debilitadas…
Al parecer, el Gobierno, con don Evo Morales a la cabeza, que tiene el sólido, aguerrido y proficuo sustento del Movimiento Al Socialismo (MAS), tiene colmadas la paciencia, la tolerancia de las fuerzas políticas que militantemente se le oponen y le mueven el piso, además de las de otros entes e individuos que se mueven agobiados mascullando su impotencia y que no son cuatro gatos como seguramente algunos suponen por estar mal informados.
Pero todas las fuerzas políticas opositoras y las no políticas, junto con los disidentes individuales, saben, sin duda, que Evo Morales está sólidamente apuntalado por su partido y otros apéndices de su propia hechura que el Mandatario ha venido alimentando con dádivas de una u otra índole y con supuestas reivindicaciones sociales e indígenas, aunque éstas no sean otra cosa que sonajas pequeñas y grandes.
En suma, no debe haber quienes, desde la oposición efectiva y militante y desde los sectores disconformes con el actual estado de cosas o que reniegan de lo que ocurre en este tiempo en el país bajo la férula de Evo Morales, discutan que no es tal la fuerza que lo respalda, que no son mayoría decisoria los que lo siguen, que no pesan lo necesario como para inclinar en su favor el fiel de la balanza en las elecciones que virtualmente ya tenemos encima. Tratando de ser racionales en el análisis de la realidad, creemos que no se puede discutir la fuerza de Evo a través de su partido y de organizaciones a las que ha arrimado a su carro con artificios varios.
Que no se nos tenga como pájaros de mal agüero en estas horas críticas, pues, sólo a fuer de realistas, creemos que sopesamos las cosas a la luz de indicadores reales y contundentes. Ubicándonos en tal ámbito, que estamos seguros de que son muchos los que lo comparten activa o pasivamente, nos parece que las cosas que se están dando en estos momentos —cuando ya está la suerte por ser echada— van a terminar sirviendo en bandeja de plata la prórroga del masismo y obviamente de Morales y su equipo.
Y no habrá vuelta que darle a la situación porque incluso las fuerzas que podrían alzarse para controlar los desbordes de los vencedores —Evo y su gente allegada— estarán debilitadas en razón de resquebrajamientos por encuentros frustrados, por fricciones ocasionales, por alianzas fallidas, por idas y venidas, en fin, en procura de un entendimiento que no pudo darse porque las partes se empecinaron en hablar en un idioma incomprensible.
El país nuestro, en el que nadie repara con seriedad tratándose de la clase política y otras incluso, está requerido, urgido por ser cosa de vida o muerte, de un gran acuerdo, de la unidad de todos los sectores como recurso legítimo para equiparar fuerzas con los que se mueven sobre lomos de los caballos del Apocalipsis. Un gran acuerdo que, sensiblemente, ya está desahuciado porque cada cual de los que tienen algún poder de decisión tira para su lado y un comino que le importa lo demás. ¿Será que se ha perdido el temor al juicio de la Historia?
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