viernes, 11 de septiembre de 2009

Escenario electoral (Marcelo Varnoux Garay)

A CAPA Y ESPADA


No sé por qué hay quienes se rasgan las vestiduras a raíz de la polarización del escenario electoral. Por un lado la candidatura del MAS con Evo Morales y García Linera; por el otro, la de Manfred Reyes Villa y Leopoldo Fernández. Ambas fórmulas expresan la escisión del país, la división forzada entre unos y otros, tan afanosamente labrada por el oficialismo los últimos cuatro años. La magnitud del electorado de centro, o “moderado”, es bastante pequeña, por lo que Samuel Doria y René Joaquino ocupan la posición más incómoda. Que sus ideas y planteamientos sean interesantes no significa que reciban el apoyo de un electorado profundamente encontrado gracias al denominado proceso de “cambio”.

El problema de fondo está en la forma en que se autodefinen los polos y, también, en la manera en que conciben al contrario. García Linera, con su ya conocida procacidad, ha adelantado el criterio del bando oficialista: la candidatura de Evo Morales expresaría la “única” opción de izquierda popular y revolucionaria. El resto de las candidaturas pertenecen a una derecha, más o menos democrática. Por supuesto, la dupla Reyes Villa–Leopoldo Fernández es reputada como la expresión más dura de la derecha violenta. Sólo en la mente de una personalidad autoritaria —y también antidemocrática— puede caber que el mundo se divide entre buenos y malos. Pero, en fin, éste es el nivel del supuesto “intelectual” más importante del MAS.

Lo interesante del caso es que todas las candidaturas importantes denuncian la vena autoritaria del Gobierno de Evo Morales y los eventos (cada día más frecuentes) en los que se violan los derechos fundamentales de las personas. Es decir que el Movimiento Al Socialismo puede sentirse la expresión del sector popular del país, pero de ninguna manera podría reivindicarse como democrático. El fascismo no sólo corresponde a la derecha política, sino también a la izquierda populista que se ha encaramado en varios países del continente bajo el auspicio del “matón venezolano” y que afanosamente está destruyendo la democracia a nombre del pueblo. Ejemplos del talante autoritario del oficialismo sobran, así como de la inaudita incompetencia en la gestión pública que ya no puede maquillarse con la propaganda política.

En diciembre se juegan muchas cosas, entre ellas la composición de una Asamblea Legislativa que definirá el carácter de las leyes que darán origen al régimen autonómico, al tribunal constitucional, al organismo electoral, etc. Y aquí radica el verdadero peligro de que una sola fuerza política consiga el control absoluto de ese cuerpo legislativo. El MAS tiene las mayores chances de alcanzar esa meta y no ameritaría mayor preocupación si hubiera dado muestras de sensatez, apertura al diálogo y convicción democrática. Todo lo contrario, la intolerancia, la prepotencia del poder y una visión anacrónica del mundo caracterizan al partido que se dice representar al polo popular del país.

Por esto es importante que la oposición política alcance la mayor cantidad de escaños parlamentarios, de tal modo que el resultado sea un equilibrio capaz de restituir, precisamente, el valor de la concertación democrática. No se puede permitir que unos “irresponsables” tengan en sus manos la posibilidad de afectar la forma de vida y los derechos y garantías constitucionales de millones de ciudadanos, aun cuando entre sus listas hayan presentado a “personalidades” (oportunistas profesionales) que en el pasado lucharon por los derechos humanos.
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El autor es politólogo y catedrático
marcevxg@yahoo.es

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