Como hace cuatro años, están dadas las condiciones necesarias, aunque no las suficientes, para que nazca un partido político de oposición
La publicación de las listas de candidatos y candidatas a diputados y senadores de la futura Asamblea Legislativa Plurinacional ha abierto una nueva etapa del proceso que alcanzará su punto culminante el 6 de diciembre próximo. Y aunque todavía se puede prever que habrá muchas modificaciones, las líneas centrales de lo que cada fórmula ofrece ya están definidas.
Un primer dato que por su relevancia no puede pasar inadvertido es que se ha sellado la muerte del viejo sistema de partidos. Ya no queda ni un rastro de él. Hasta el MNR, que era el último sobreviviente, recibió, o se infligió a sí mismo, el tiro de gracia, con lo que sigue el camino por el que lo precedieron ADN, MIR, PDC, UCS, NFR y todos los que en algún momento jugaron un rol protagónico. Su desaparición del escenario político cierra definitivamente una era de la historia de nuestro país.
No menos significativa es la inexistencia de organizaciones políticas que hayan logrado llenar tan enorme vacío. Podemos y Unidad Nacional, los dos proyectos políticos que nacieron hace algunos años con ese propósito, no lograron superar la etapa embrionaria y hoy languidecen víctimas de sus propios desaciertos.
Es verdad que Unidad Nacional, a diferencia de Podemos, por lo menos ha logrado estar presente en la contienda electoral. Pero ha llegado a este punto tan débil, que las pocas señales de vida que todavía da no alcanzan para que este partido pueda considerarse heredero de quienes lo antecedieron. Si en cinco años no logró trascender la soledad y el voluntarismo de su jefe y propietario, no hay porqué pensar que pueda hacerlo en el futuro. Las pocas figuras relevantes que aparecen en sus listas no alcanzan para una valoración más optimista.
En tales circunstancias, todo parecería indicar que están dadas otra vez, como en 2005, todas las condiciones necesarias para la aparición de una nueva organización política que llene el vacío que por ahora deja al Movimiento al Socialismo como partido monopólico.
En efecto, la notable facilidad y velocidad con que alrededor de Manfred Reyes Villa y Leonardo Fernández se concentraron decenas de agrupaciones cívicas, ciudadanas y liderazgos individuales, hasta convertirlo en pocos días en la principal fuerza opositora, indica cuán grande es la demanda de una parte de la sociedad de una opción alternativa a la que ofrece el oficialismo.
La experiencia enseña, sin embargo, que hay una enorme distancia entre una exitosa coalición electoral y un proyecto político serio. La debacle de Podemos es el ejemplo más reciente pero no el único. Es que reunir votos alrededor de un caudillo y de una coyuntural causa electoral, en este caso el “antievismo”, no alcanza para dar vida a una organización que se proyecte más allá del corto plazo.
Por segunda vez en los últimos años, están dadas las condiciones necesarias, aunque no las suficientes, para que nazca un partido político de oposición. De los próximos pasos que den quienes organizan la coalición naciente dependerá que eso ocurra, o que los fracasos del pasado se repitan tras la primera prueba.
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miércoles, 9 de septiembre de 2009
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