Como siempre, nos aseguran que tendremos “las elecciones más limpias de la historia”, y una vez más se impondrá la vieja tradición del chanchullo, ineludible en la política nacional. No importaría mucho la milagrosa aparición de más votos que narices, o viceversa, pues más peligrosos son los ajetreos preelectorales de oficialistas y opositores, caracterizados por arrumacos parecidos a los “pololeos” de antaño: en oscuros zaguanes o rincones, a escondidas de ojos extraños, por vergüenza al qué dirán. ¿Qué cosas se negocian y se cocinan en esas citas secretas?
Pero, igual que los furtivos amoríos de antaño eran delatados por las malas lenguas, los enjuagues políticos de ogaño se ponen en evidencia por la torpeza informativa de los pecadores. Los líderes políticos no saben controlar la lengua, y en su afán de justificarse niegan oscuros compromisos como quien niega relaciones incestuosas o adulterinas; pero las castas doncellas no tardan en aparecer con la barriga hinchada.
En la política hay leyes más inmutables que en la física o en la biología: detrás de todo pacto o contubernio hay siempre algo podrido, y para comprobarlo repasemos la historia reciente: ¿por qué la ADN banzerista apareció inopinadamente defendiendo a Max Fernández, acusado de evasión de impuestos? La olla podrida se destapó al anunciarse una alianza entre ambos partidos. También Goni acusaba con terquedad a Fernández de evasión fiscal… hasta que acusador y acusado acabaron revolcándose juntos en la cama oficialista.
¿Por qué los votos en favor del endógeno Palenque sirvieron más bien para elegir al exógeno Goni? Por obra y gracia de secretos compromisos entre partidos conchabados. Antes de encholarse, los romeos y las julietas del teatro político se muestran seguros de sí mismos, puros y castos, reluctantes a lujuriosos amoríos; luego se ponen entre que sí y que no, porque no les mueve el corazón y calculan con la barriga. Pero siempre acaban anunciando un “acuerdo patriótico”, “alianza nacional” o “pacto democrático”, cínicos nombres que encubren lujuriosos concubinatos. ¿Qué estarán cocinando esta vez para traicionar la voluntad del electorado expresada en las urnas?
¿Por qué se juntan, si cada cual aspira a un botín exclusivo? Porque solitos no sirven para nada, y creen que un montón de piojos hacen un elefante. Pero, suponiendo que tuvieran éxito, alguien tiene que ser el sultán o jefe del serrallo, y tendrá que elegir una favorita, para desconsuelo de las otras concubinas y despelote general. Todos los burócratas del Estado tendrían que saber lo que deben hacer y someterse a algún tipo de disciplina; pero no habría un mando único, porque los pactos no se hacen para compartir responsabilidades, sino para participar en un banquete entre cómplices, para repartirse el botín. ¿A quién debería su lealtad cada autoridad o funcionario? ¿Al Estado? ¿A su partido? ¿Al mandamás que le dio “pega”? ¿A su propia barriga?
Así, es fatal que todo amancebamiento político termine con platos rotos en las cabezas, y quede claro que su único objetivo era el botín. Pero, ¿qué importa si quedan desenmascarados? La falta de lideres genuinos y la corrupción de los oficialismos obliga a votar “contra” y no “por”.
¿Quién recuerda las tropelías y malandanzas de las viejas coaliciones gobernantes? La corrupción actual hace olvidar la antigua. Esa es la única posibilidad de los opositores eventualmente amancebados. Muchos votos pro Evo fueron en realidad votos anti Goni, y en las próximas elecciones cualquier bribón podrá cosechar los votos anti Evo.
domingo, 6 de septiembre de 2009
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