lunes, 9 de noviembre de 2009

Elecciones: sexo y política (Iván Arias Durán)

¿En qué se parece Evo a un corpiño?, me preguntó una tarijeña: en que oprime a los de adentro y engaña a los de afuera”. Este chiste me llevó a pensar en el contenido de esta columna y, dado que las propuestas electorales carecen de imaginación y repiten más de lo mismo, me animo a sugerir algunos apuntes que ojalá iluminen a los “asexuados” candidatos (fíjense que para esta campaña el otrora Bombón se ha convertido en una insípida pastilla de propóleo que busca sanar todos los males y el juvenil cocalero de la “cholita Marina” se ha transformado en el indioman que va de cóctel en cóctel a la caza de clasemedieras light).

A propósito del corpiño, Savater decía que “las dictaduras sólo pueden hacer política exterior, pero hacia dentro no hay más que represión de la política, es decir, persecución de los competidores en la facultad de mandar”. Pues al igual que el sexo, los políticos tienen arraigada la idea que el que monta manda y por ello buscan eternizarse en las alturas del poder. Otros creen que el tamaño del miembro es vital y por ello, en política, buscan acaparar todos los espacios posibles. Los que mucho hablan de sexo, son los más inútiles y si son políticos ocultan su impotencia con la agitada oratoria de la lengua. El poder es un afrodisiaco que lleva a una doble actitud al que lo tiene: ´La política es un terreno poco seguro. Es todo o nada: uno gana o pierde. Y eso es lo que inspira a los amantes del riesgo a preferir ese campo de trabajo. Pero en el aspecto público, se supone que deben demostrar estabilidad y responsabilidad, por lo que esta naturaleza proclive al riesgo tiene que manifestarse más bien en la esfera privada: en el sexo.´

Amor y política tienden a la obsesión al extremo que expresada en los celos (a perder la persona amada o el poder) los lleva a asesinar a su pareja cuando se aventura abandonarles o matan sin escrúpulos a quienes se oponen al cumplimiento de su ideal. La ofuscación ideológica o sentimental, sólo busca el logro de sus fines sin importarle los medios. Sexo y política son así de apasionantes como intimidantes.

Decía Marx que en el matrimonio capitalista no hay intercambio de sentimientos sino de intereses, por ello el “amor” resulta cosa aburrida pero productiva, tan provechosa como la inversión en fondos bancarios. Savater señala que “lo mismo ocurre en política: quien sienta la comezón participativa, debida a una sobreexcitación de sus hormonas políticas, debe afiliarse a un partido sólido y acrisolado, pasar en él largos y abnegados años de meritoriaje, ascender poco a poco en la jerarquía burocrática y obedecer a los líderes hasta llegar a serlo uno mismo. Por esta vía cualquier peón adicto a la propaganda sectaria puede convertirse en un respetable hombre de Estado: ejemplos no faltan, miren a su alrededor”.

Según estudios (CIES-Bolivia) apenas el 25% de las mujeres alcanza el orgasmo. El 44% cree que la mujer debe llegar virgen al matrimonio. El 36% considera a la masturbación una enfermedad. El 60% considera que la homosexualidad es intolerable. El 65% de los hombres cree que el tamaño del pene es vital. La mujer recién entra a la vida sexual a los 20 años. Sabiendo la entrañable relación entre sexo y política sugiero a nuestros candidatos, que sus bonos y propuestas para “vivir bien” las ajusten a esta lacerante realidad. Dada la gran masa de impotentes y de adultos mayores no estaría mal prometer viagra y condones saborizados gratis a todos los afligidos, ya que no hay peor infelicidad que fallar en el momento clave. Consulta a urólogos, ginecólogos y podólogos debería estar libre de cargo. Moteles, subvencionados en 75% por el Estado. La pastilla del día después debería ser liberada. Decretar los ladies nigth (o días de comadre) como eventos estratégicos de liberación femenina dictando toque de queda de 22.00 a 07.00 para los novios y maridos a fin de evitar controles. Programas de masturbación asistida para autoconocer las zonas erógenas y de poses andinokamasutras serían geniales a pesar de nuestra hipocresía al respecto. Así, haríamos el amor, antes que seguir urdiendo guerras de odio.
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El autor es ciudadano de la República de Bolivia, miembro de columnistas.net

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