lunes, 9 de noviembre de 2009

Chúpatelas (Dante Pino Archondo)

Cuando veo la desesperación ante la inminencia de lo que las encuestas muestran, como tendencia del voto para diciembre, no deja de llamarme la atención, la forma y la actitud de algunos comunicadores sociales y medios, que tienen, mostrando una remarcada extrañeza y desesperanza ante estos resultados.

Son casi los mismos (comunicadores y medios) que usaron el mazo de su poder mediático para tirar abajo a los partidos tradicionales, es decir a la institucionalidad política que le daba sustento a la democracia y que estaba en la construcción de una institucionalidad que fuera lo suficientemente fuerte como para resistir los vientos de la cólera política, que ahora vivimos.

Estos medios y comunicadores, no se limitaron a criticar a la institucionalidad política, por los errores que cometía en el ejercicio de sus funciones o los delitos que se cometieron, por los cuales, por ejemplo el MIR pagó con la cárcel de uno de sus dirigentes más connotados, sino que fue más allá, fue a descalificarlos como intermediarios entre el Estado y la sociedad.

Esa descalificación actuó como acicate para lograr erosionar el respeto, la credulidad y el sostenimiento de una democracia que basada en el Pacto Político iba generando espacios de inclusión social y estabilidad económica con sus efectos en otros ámbitos de la sociedad.

Es necesario remarcar que la democracia del Pacto, respetaba las reglas de juego y asumía su responsabilidad frente a ellas. Eso hizo posible que pudieran emerger partidos nuevos a la vida política, por ejemplo CONDEPA, que fue el resultado del sentido de autoridad de Estado que aplicó el entonces Presidente Paz Estensoro, ante el uso atrevido que Carlos Palenque hizo en su programa "La Tribuna del Pueblo", exaltando la actividad del narcotráfico. El cierre de Radio Metropolitana, dio lugar a su presencia en el escenario político. Una demostración del respeto al juego democrático.

O el surgimiento de Max Fernández con Unidad Cívica Solidaridad, que expresó la emergencia de la burguesía chola y jugó un papel de apoyo político importante en su momento. Los partidos tradicionales, no optaron por evitar, limitar o descalificar estas expresiones políticas. Nueva Fuerza Republicana, fue otro ejemplo de emergencia política basada en gestión municipal, cuyo eje central estuvo en la buena administración con resultados.

Y por último el Movimiento al Socialismo, que se hizo presente como fuerza política de los intereses de clase de la coca y que después amplió su base a la clase indígena – campesina. Los tradicionales, fueron respetuosos y soportaron la resistencia y forma de lucha que planteó este partido para defender la coca.

Al extremo de que entre Felipe Quispe y Evo Morales, hicieron corretear a los entonces Ministros de Estado Walter Guiteras, Leopoldo Fernández, Tito Hoz de Vila, Fernando Kiefer y luego a Carlos Sánchez Berzaín, para citar algunos.

Esta tolerancia y respeto al juego democrático es lo que esos comunicadores y medios mostraron como una debilidad que debía ser abatida y eliminada.

Resulta paradójico, que se hable de la insurrección de octubre. ¿Cuál insurrección? Lo que hubo fue una revuelta vandálica de violencia que convirtió a la ciudad de El Alto en una muralla de resistencia política al gobierno de Sánchez de Lozada, que usó la mentira y el engaño para acusarlo de querer vender gas a Chile y firmar el ALCA. Y ahora se rasgan las vestiduras porque dicen que Evo no cumplió con su programa. Como si Evo alguna vez habría tenido programa o ideología.

Lo cierto es que se convirtió a Evo Morales en el icono del cambio para sustituir a la política tradicional. Ahora que tienen el resultado que buscaban, abren la boca, sudan sus manos y no saben qué hacer.

Evo Morales tiene rondando el 60 por ciento del voto, sea este voto válido o voto forzado, pero así será. Y aplicará el cambio que tanto quisieron. Solo que este cambio implicará la limitación a su derecho de opinar y difundir, que tuvieron estos comunicadores y medios con los llamados tradicionales. ¿Sería mucho decir: ahora chúpatelas?

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