Una vez más, una organización de la prensa pidió que el presidente de Bolivia modere su lenguaje con los periodistas y —una vez más— la respuesta del gobierno fue una réplica: “edúquenlos”.
¿Hay periodistas maleducados? Sí. Los hay desde aquellos que ni siquiera saludan cuando ingresan a una oficina pública hasta los que han convertido a los ajos y cebollas en los ingredientes infaltables de sus programas.
La educación de los periodistas no sólo pasa por la urbanidad que debiéramos tener en los medios de comunicación masiva sino también por el conocimiento previo que tendríamos que adquirir de un tema antes de hablar de él. Estamos tan maleducados que, además de errores garrafales, como aquello de “prefecto de Sucre”, diariamente deslizamos faltas ortográficas en los generadores de caracteres y hasta en los periódicos.
Admitamos, entonces, que el gremio ha caído en la chapucería y hacen falta varios ajustes. ¿Por qué rasgarnos las vestiduras si nos dicen una verdad?
El problema es que, si bien nosotros admitimos nuestros errores, así sea difícilmente, el gobierno jamás hará lo propio con los suyos.
La denigración pública de un periodista, como la que el presidente en persona hizo con Raphael Ramírez, no tiene justificativo alguno.
Ocurrió, como recordamos todos, luego de que el diario La Prensa publicó la nota sobre los camiones de contrabando y el presidente que dio lugar al juicio que actualmente se ventila en un jurado de imprenta. El jefe de Estado tenía muchas maneras de expresar su molestia: recurrir a los ejecutivos del periódico, usar el derecho de réplica —consagrado en el Código de Ética Periodística— y hasta hacerlo en una conferencia de prensa. Empero, Evo Morales fue más allá… preguntó qué periodista de La Prensa estaba ahí, le hizo pasar al frente y, a tiempo de desmentir lo que decía el periódico, lo humilló públicamente. Raphael Ramírez, que ni siquiera tenía que ver con la nota, soportó el escarnio estoicamente, sin oportunidad de defenderse. ¿Era necesario descender a esos niveles de inhumanidad?
Yo entiendo que lo que la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP) le pide al presidente, mediante una resolución aprobada en su 65 asamblea, es que se abstenga de insultar y agredir verbalmente a periodistas como lo hizo con Raphael Ramírez. Lo de “pollos de granja” (que a mí me dio para reír unos buenos días) no es más que una anécdota que no afecta el fondo del problema: el odio y la intolerancia cuando de la prensa independiente se trata.
Lo que ocurre es que no existió a lo largo de la historia de la humanidad un gobierno que haya estado contento con la prensa que le tocó. En Bolivia, no hubo contento ni siquiera cuando el único periódico que circulaba era “El Cóndor de Bolivia” y este era vocero oficial del gobierno de Sucre.
Como la prensa es la que pone en evidencia a los gobernantes, al hacer públicos sus actos, estos necesitan controlarla. Si el periodismo reproduce el discurso gubernamental y lo amplifica —como hacen el diario “Cambio”, Televisión Boliviana y la red Patria Nueva—, entonces el gobierno está contento pero si ofrece una versión diferente se lo considera enemigo. Es entonces que el periodista o el medio son tildados de opositores, defensores de la empresa privada y de todo lo que se considera contrario al gobierno.
La solicitud de la SIP y la de cualquier otra organización pidiendo un respeto caerán siempre en saco roto porque el gobierno sólo acepta una verdad, la suya, y ese es el fondo del problema.
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viernes, 13 de noviembre de 2009
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