domingo, 27 de septiembre de 2009

Plebiscitos de bolsillo (Waldo Peña Cazas)

TAL COMO LO VEO


Pronto menudearan encuestas y sondeos anticipando el triunfo de tal o cual candidato, y la pregunta es de cajón: si estos procedimientos tienen rigor científico, ¿por qué no adoptarlos oficialmente y dejar de gastar tanto dinero en dudosos torneos electorales? Pero, ¿cuán confiables son estos plebiscitos de bolsillo, aún suponiendo que no apunten a influir en las decisiones del electorado, como un instrumento de presión psicológica para desvirtuar el voto consciente?

Aún con el sustento del rigor matemático, anticipar resultados puede ser un fiasco por muchas razones: en los pueblos mal educados y poco informados las opiniones y actitudes políticas nunca son bien definidas ni permanentes. El altísimo porcentaje de votantes indecisos y una veleidosa masa electoral pueden alterar la balanza a último momento; pero hay algo más: las inevitables guerras sucias, que a último momento pueden destruir la imagen del candidato más pintado.

Los sondeos pueden hacernos tragar píldoras cuadradas disfrazadas de información científica, pues la parte no es el todo, y expresar una verdad matemática con cifras estadísticas fragmentadas llamadas “muestreos” equivale a mostrar astillas como si fueran el árbol. El procedimiento puede ser útil para la investigación en el campo social; pero no es un misterio que se puede demostrar estadísticamente cualquier maravilla o barbaridad que se quiera demostrar. Se habla, por ejemplo, de un ingreso per cápita elevado que hace suponer la prosperidad de algunos pueblos; pero los lindos porcentajes están sólo en los bolsillos de un puñado de oligarcas y políticos. ¿Cuál es el ingreso per cápita en Bolivia? Los tecnócratas meten en la misma talega a gordos diputados con gruesas cuentas bancarias y a campesinos hambrientos que nunca han visto ni verán un dólar.

No digo que los porcentajes y las fracciones de unidad carezcan de valor; pero son abstracciones matemáticas y no expresiones de una realidad tangible. Nos dicen que en Bolivia hay una mujer y pico por cada varón, sin aclarar si ese pico va de la cintura para abajo o para arriba. En el aberrante lenguaje tecnocrático, hay en Bolivia hay un octavo de televisor por habitante, y cada media mujer dispone de seguro social, de modo que todas están condenadas a morirse a medias.

La técnica de estos procedimientos consiste en reducir la realidad a promedios y porcentajes para demostrar una proposición usualmente preconcebida y tendenciosa. No es una mera contabilidad, ni una enumeración, descripción o estudio de una realidad, sino un intento de alterar esa realidad fraccionándola, poniendo números, conceptos y personas en una sola masa, como datos macroeconómicos arbitrarios. Así, se nos sugiere que el candidato Fulano ganará porque está metido en el corazón del pueblo, quizá por mandato divino o como cosa del Destino; pero es como en el fútbol: los resultados no dependen de los pronósticos ni del cálculo de probabilidades, pues los favoritos podrían hacer un papelón como la Selección Nacional en las Eliminatorias. Estadísticamente, tres bolivianos por día mueren en accidentes, y cualquier candidato podría ser uno de ellos, aunque otras estadísticas lo pongan ya en el trono.

Hay verdades incontrovertibles porque están de moda, aunque sean absurdas. En tiempos de Copérnico, cualquier encuesta de opinión habría demostrado que este científico era un bruto y que el planeta Tierra era plano. Siempre hay verdades consagradas, y en tiempos de oscurantismo político o religioso es más fácil empañar la mollera de las masas que iluminarla.

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