Durante los últimos años y después de unas cuantas experiencias relacionadas con la política, hoy me dio por recordar las no muy atrayentes palabras de algunas personas cuyas ideas conciliadoras o de ‘consenso’, se inclinaban por no querer llamarse ‘opositores’ o ‘de oposición’, afirmando que ésa no era la forma de lograr buenos resultados, que la confrontación era negativa. Que supuestamente algunos no deben ser oficialistas ni opositores, sino una ‘tercera opción’, o quizá diciendo que no se trata de vencer al MAS sino de entrar en consenso y construir a través del diálogo.(debo aclarar que creo en el diálogo y el debate, pero nunca con el oficialismo y sus esbirros, por razones obvias).
No creo en la mínima posibilidad de que Evo Morales, su entorno y sus adeptos recapaciten y detengan su frenesí destructivo de la democracia y el Estado de derecho, o que, de un momento a otro, adquieran la sensatez y la razón que nunca tuvieron en su vida política.
Y me ubico en esta vereda, en este lado de la barrera ideológica porque me opongo. Me opongo a la ilegalidad, a las vejaciones y a los atropellos a los derechos y garantías fundamentales, a la barbarie de las turbas y a las masas enardecidas que por la fuerza buscan imponer. Me opongo a un manejo totalitario y dictatorial, a que se acallen voces, a que se coarten y repriman ideas, a que se encarcele a la gente por no comulgar con el nefasto Gobierno y por denunciar sus atrocidades, a que se mueva la maquinaria estatal entera para inculpar y perseguir; porque la justicia es sólo una quimera.
Me opongo a la incapacidad gubernamental, a la vergüenza internacional que nos hacen pasar desde Palacio de Gobierno, a que desde Venezuela un simiesco personaje amenace y quiera ordenar el rumbo de nuestro destino, a la corrupción, a la violencia, a la ineptitud, a la demagogia y al burdo populismo.
Me opongo a que el Gobierno quiera controlar la vida de los ciudadanos, a que se hiera, se mate a nombre de ‘la patria’, a que se quiera implantar un modelo económico y social que es absurdo, a que se destruyan nuestros anhelos de vivir días mejores, a que se quiera apagar nuestra sed de libertad.
Me opongo porque aún tengo entereza, porque todavía recuerdo el dolor, la rabia y la impotencia por quienes están presos y quienes cayeron asesinados por el dictador socialista de turno.
Por lo tanto, hoy, a voz en cuello, con toda la convicción que generan los años y con toda la energía de que mis ideales me dotan, es que vocifero sin un ápice de miedo o duda: ¡soy un firme y acérrimo opositor!
*Estudiante universitario
andresajsc@hotmail.com
jueves, 19 de noviembre de 2009
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