NADA QUE DECIR
No me mueve (a escribir este texto) despecho por haber sido vetado a la Feria Internacional del Libro en Caracas, a pesar de que desde Cuba se había sugerido mi presencia, como más tarde demostraré. Es el tono de mis artículos refiriéndome a Hugo Chávez lo que disgustó a los auspiciadores, censurando mi viaje a Venezuela.
La suma de las partes muchas veces da como resultado híbridos esperpentos. Mal que mal, Hugo Chávez pasará a la historia, pero no cómo el heredero del gran Bolívar sino como un malhadado fantoche que adoptara el nombre artístico de Chavívar (Chávez + Bolívar) para participar de un juego para el cual no tuvo ni el valor ni la inteligencia necesarios. Una boca, sí, y grande, de cantor de boleros, pero sin el donaire de Leo Marini, el "sex appeal" de Daniel Santos o los voluminosos bigotes de Bienvenido Granda.
Debe ser mayúsculo drama aquel de querer ser lo que no se es. Y Chavívar no cumplió con sus amenazas de macho cabrío cuando cayó Honduras --a quien traicionó-- y menos cuando se le ocurrió lanzar una guerra "mediática" (será por las calzas) en contra de Colombia y los Estados Unidos. Resulta ahora que no quería la guerra, y que dije que no dije porque se tienen que secar los meados pantalones, y que sólo reflexionaba, y que me malinterpretaron, y que cambiaron el tono de mis canciones, y que –finalmente-- perdón se me escapó y no quería porque soy un chico grande, un chico bobo, un chico tonto y aló presidente ¿nos vamos o no nos vamos a las manos?, que no, que Gandhi, y la paz, y mándenme flores...
Las bravuconadas de Chavívar no pasaron desapercibidas. El boy scout vice de Bolivia, Alvaro García Linera, las tomó a pecho (que muy grande no lo tiene) y se lanzó a convocar a las fuerzas desarmadas, invictoriosas del país para defenderse ante la invasión. Su némesis, el inefable Evo Morales, desempolvó el cornetín y ejecutó aires marciales que solía tocar en carnaval, para preparar el espíritu en esta cruzada nacionalista, plurinacional, etno y egocentrista que más se parece al relato de Marcel Schwob sobre los niños cruzados que a historia real.
De pronto Chavívar se desdice y la historia agarra a los plurinacionales con las ligas hechas y los labios sellados. ¿No era entonces la guerra del fin del mundo? ¿Por qué Chavívar nos hace esto? En verdad es vergonzoso, y ridículo. Ya en Cochabamba propuso el arlequín venezolano unas fuerzas armadas conjuntas. En su retórica principesca e infantil me pareció ver que las innúmeras huestes de la isla Barbuda, aliada suya, serían la punta de lanza en la invasión de Florida. Y que las tropas de Dominica, más los bergantines del almirantazgo boliviano, enfilarían hacia Nueva York en una blitzkrieg andino-caribeña que cambiaría la faz del planeta. Como si Leonard Cohen hubiese inmortalizado para ellos esas líneas que decían: "First we take Manhattan, then we take Berlin" (no importa el contexto).
Nos quedamos sin guerra y sí con adagios y alta filosofía. ¿Desgarraremos las vestiduras como las troyanas de Eurípides o razonaremos acerca del peligro de unos individuos que creen que la verdad está en el peso de las armas? ¿Haremos política en serio o seguiremos apostando al desacierto? Y mientras los imbéciles juegan coscoja con la supervivencia de los pueblos, los gringos ya se nos meten de nuevo por otros veinte años. Den a los líderes medallas y pistolas de plástico y que no salgan ya del jardín de infantes...
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