domingo, 1 de noviembre de 2009

La apuesta… (Cayetano Llobet T.)

ENTRE PARÉNTESIS...

La diarrea verbal provoca problemas a quien la sufre. Cuando se habla tanto, siempre falta de qué hablar y es cuando salen a relucir las improvisaciones, las incoherencias y hasta las confidencias (léase chismes). Y el último chisme presidencial vale oro, en el sentido más preciso del término.

Contó don Evo Morales --Presidente o candidato, da lo mismo-- que estaba muy contento porque había ganado una apuesta de 6.000 dólares, ¡nada más y nada menos! Este es el imperdible relato: En conversación con la embajadora de Bolivia en Buenos Aires, doña Leonor Arauco Lemaitre, don Evo mencionó la posibilidad de invitar a doña Ana María Romero de Campero --nótese que el protagonismo indígena en el cuento es impresionante--, como candidata a primera senadora por el MAS. Cuando doña Leonor expresó su profundo escepticismo y algo de desdén sobre la aceptación de tal propuesta por parte de Doña Ana María, don Evo presumió que se ponía en duda su capacidad de manejo de la gente, y decidió --por algo estamos en tiempos caballerescos-- llevar las cosas al plano de las apuestas. No una apuesta cualquiera, la de una botellita, una invitación, un disco. Una apuesta en serio, una de esas en la que se pone en juego hasta la propia supervivencia. Si don Francisco de Quevedo hubiera relatado la escena, seguramente habría descrito a un don Evo desafiado y desafiante, colocando sobre la mesa una bolsa de monedas de oro y exclamando, “Mi sueldo de todo un mes, señora mía, para demostraros que soy capaz de semejante desafío: convenceré a doña Ana María!” Repúsole en seguida doña Leonor --trae formas la señora desde el Principado de La Glorieta--, “¡Acepto su apuesta, señor mío, y también pongo en juego el sueldo de un mes que, ciertamente, es mayor que el suyo!” Y en el triquitraque del desafío, quedan sobre la mesa los 2.000 dólares presidenciales y los 6.000 plenipotenciarios.

No sé si don Evo asumió, cuando contaba feliz el triunfo de su apuesta, que estaba avisando al país que, desde luego, él no vive de su sueldo. Menos la ilustre embajadora, porque si alguien se da el lujo de arriesgar en una apuesta el cien por ciento de sus ingresos del mes, es porque no vive de ese sueldo. Es obvio que tiene otros ingresos… ¿cuáles serán y de dónde provendrán? Si no, ¿se imaginan las angustias que está viviendo en estos momentos, la embajadora, doña Leonor? Porque suponemos que la apuesta ha sido pagada como corresponde a gente bien. De lo contrario, tampoco se justificaría la felicidad presidencial. Pero al final es apenas un tema de billetes. Una minucia para quienes se ocupan de cosas mucho más serias como la de abrir las nuevas épocas de la historia. ¿Historietas de plata y de suelditos? Juegos de recreo para pasar el rato.

Pero lo verdaderamente delicioso es la frivolidad del tratamiento en relación al objeto de la apuesta. Y como el relato fue hecho por el mismísimo Evo Morales, es lógico que doña Ana María Romero de Campero se informara de la apuesta, como todo el país. Mucha debe ser la lealtad de la señora hacia don Evo para no haber expresado ningún gesto de incomodidad, pero mucho mayor debe ser la seguridad de Evo sobre la lealtad de la señora, para habérsela jugado en una apuesta.

La lealtad juega a veces malas pasadas, perdón, malas apuestas. No vaya a ser que uno de estos días Evo apueste con alguno de sus amigos que puede hacer fotografiar a Doña Ana María con sus ilustres nuevos compañeros del Comité Juvenil Cruceñista. “Anamar” y “Chichi” Pérez: ¡gran foto de campaña!

No hay comentarios:

Publicar un comentario