sábado, 7 de noviembre de 2009

¡Están grabando…! (Cayetano Llobet T.)

ENTRE PARÉNTESIS....

La imagen de Evo Morales enojado --no puede disimularlo--, amenazando a una periodista, es la de un vulgar comisario político de barrio en una seccional de policía en cualquier régimen represivo: “Lo que está haciendo con esa pregunta es defender el terrorismo. Si usted es defensora del separatismo, pues entonces nos conoceremos en el tiempo. Esto se está grabando para futuras investigaciones”. Así, tal cual. O sea que, cualquier día, unos encapuchados o uniformados, podrán sacarla de su casa y llevarla ante un fiscal para investigarla como “defensora del terrorismo y del separatismo”. ¡Si eso no es una amenaza…!

Cuando alguien tiene alguna duda sobre la mentalidad totalitaria del Presidente es él mismo quien se encarga de despejarla. Como Evo vive en plenitud su papel de caudillo, sabe perfectamente que él es el depositario de la administración del miedo. Es obvio que ese miedo incluye también a los suyos: son, en este momento, los que más le temen, porque son los que más pueden perder.

Lo que más hay que estudiar de este régimen es su capacidad para generar miedo. Lo de las grabaciones, seguimientos, pinchazos, fotos familiares, alguna que otra eventual paliza, han sido condimento de nuestro caldo cotidiano, incluso en democracia. Lo de la amenaza directa desde despachos palaciegos es más bien parte de la historia cuartelaria convertida en asaltante de la política. Personalmente, no recuerdo a ningún Presidente civil que hubiera asumido la amenaza como tarea personal. Evo Morales la reitera y la disfruta.

Y habrá que admitir que le resulta políticamente muy rentable. Él sabe que tiene ante sí a una sociedad básicamente miedosa (como lo sabía Barrientos) y que, salvo en ocasiones de rabia colectiva extrema, no reacciona fácilmente. Y ha logrado preparar un menú cuyo plato principal contiene todos los ingredientes para el ejercicio del poder.

Primero, el ya mencionado miedo. No importan las cantidades, en la medida en que mientras más miedo se le meta, menos necesidad de represión directa. Lo que, obviamente, no impide que en alguna ocasión se llegue al cuadro de la ejecución sumaria pura y simple. Es un plato que necesita variados ingredientes. Algunos muy baratos porque, como en toda buena cocina, tienen que hacer los trabajos sucios. Son los especialistas en trabajos de choque. Esos están siempre visibles y son autores de su propio marketing y funcionan a billetazos. Los otros, que también son parte de la exquisitez son más caros porque su miedo se traduce en cálculo. Son perfectamente conquistables si se les hace creer que les va a ir mejor en sus negocios si entran en los acuerdos de poder. La ideología es una palabra desconocida en su diccionario y su único color es el verde, que se adapta a cualquier papeleta electoral. A pesar de la elementalidad de su presentación es un plato que requiere conocimiento y oficio en su preparación y por eso se acude a chefs experimentados, en este caso, cubanos. Las sumas requeridas para la compra de todos los ingredientes vienen en cheques bolivarianos, siempre que no se consigan directamente como aportes de negociados y otras cosas que alguna gente desubicada define como corrupción. Se adereza con un discurso primario... y se sirve.

El restaurante se llena de miedosos y de calculadores. Lo que no saben es que también los están grabando y que, cualquier día --en la política no existe la eternidad-- pueden ir saliendo, contra sus autores, las mismas grabaciones que eran amenaza... Referencias: Hotel Las Américas.

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