domingo, 16 de agosto de 2009

En busca de líderes (VeDOBLE)

Todos los animales –incluido el hombre– necesitan un conductor, un líder, pues en ninguna especie de la escala zoológica los individuos pueden enfrentar solos la lucha por la vida. Este es gran problema de los viejos rebaños políticos bolivianos: sus líderes han entregado el alma al diablo o están muy desportillados. ¿Dónde conseguir alguien que conduzca con éxito hasta las peras del árbol?
En tiempos de Trucutú, un aspirante a mandamás en la horda primitiva –o sea al poder– hacía más o menos lo mismo que los lobos para imponerse en la manada: nada de sesos ni argumentos, sino muchos mordiscos o garrotazos. Pero, andando el tiempo, la astucia se impuso a la fuerza: hoy, el hombre civilizado no necesita buenos músculos ni grandes garrotes, sino lengua larga, desfachatez y, a falta de dinero, padrinos poderosos.
El gran problema –no de los partidos, sino del país– es que los jefes o líderes son fatalmente candidatos presidenciales, fatalmente eternos, y sólo la senectud o la muerte los ponen en su lugar. Cuando los líderes “naturales” e “indiscutibles” pasan a retiro obligado o al cementerio, es difícil reemplazarlos porque no crecen en los árboles. ¿Qué hacer? ¿Poner un aviso en los clasificados de la prensa?
Sin embargo, tienen experiencia, tecnología y materia prima para fabricar uno. Sus productos nunca han sido de buena calidad; pero a falta de pan, buenas son tortas. Tienen también otro recurso: importar uno fabricado en USA, o sea recuperar nuestra materia prima y con valor agregado, gracias a la tecnología gringa. Ese fue el caso de Goni, que apareció como por arte de magia: nada por aquí, nada por allá y, de repente, ahí estaba el líder, como quien saca un conejo de un sombrero.
La sociología, ciencia de estos tiempos, no ha podido descubrir las cualidades que hacen a un líder. Nos hablan de “carisma”, cosa que nadie sabe en qué consiste. ¿Por qué Hitler y Gandhi arrastraban multitudes, siendo tan distintos? ¿Era carismático George W. Bush? Quizá cada cultura produce liderazgos con mecanismos propios, pues es difícil imaginar un líder alemán que hable su idioma a patadas o uno estadounidense que apenas farfulle Spanglish. Pero Bolivia es un país distinto: estropear el español fue uno de los secretos para el éxito de Goni. Quizá lo aprendió de Nat King Cole, cantor que en los años cincuenta triunfó más por su mal castellano que por su buena voz.
Goni, desconocido hasta entonces, fue uno de los ingredientes para la resurrección del ya difunto MNR. ¿Era un líder popular y carismático que, como todo buen superhéroe gringo, apareció justo a tiempo para salvar a un glorioso partido en agonía? ¿Una especie de Mesías llegado del Norte o un Supermán criollo “made in USA”? Era sólo un político ambicioso que había aprendido algunas mañas gringas: sonreír eternamente, aunque duela la barriga, y largarse un par de chistes baratos para escabullirse de una situación embarazosa. Su estilo desfachatado y casual cautivó a un pueblo ya empalagado con caudillos de opereta, monolíticos, con caras de palo, con el ceño fruncido, ridículamente solemnes. Su imagen importada pasó de boca en boca con la pegajosa facilidad de la Coca Cola y del “chewing gum”; pero la pompa de jabón se desinfló con un simple pinchazo y tuvo que poner los pies en polvorosa.
Un líder no es un redentor ni un benefactor, sino un espejo de los vicios y de las frustraciones de sus seguidores. Si los partidos políticos quieren resolver sus problemas, que no atingen al pueblo boliviano, no deberían buscar líderes, sino invocar al Chapulín Colorado.

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