martes, 11 de agosto de 2009
Muchos candidatos, ni un líder
Mientras el horizonte visual de los aspirantes candidatos se limite al próximo proceso electoral, será poco lo que de ellos se pueda esperar
Cuando ya falta menos de un mes para que venza el plazo para que se inscriban las fórmulas que lidiarán en las elecciones de diciembre próximo, la impaciencia con que amplios sectores de la ciudadanía esperan el surgimiento de una alternativa al Movimiento al Socialismo se va convirtiendo en angustia y desesperación. Es que mientras el oficialismo avanza a grandes pasos hacia su objetivo de conquistar a través de las urnas el poder absoluto, ninguna de las fracciones en que está dividida la oposición da suficientes señales de vida.
Lejos de ello, con cada día que pasa aumentan los motivos para temer que en Bolivia no están dadas aún las condiciones para que se consolide un proyecto de país alternativo al que ofrece el MAS. Abundan los aspirantes a candidatos pero continúa brillando por su ausencia una fórmula que ofrezca un liderazgo, un ideario y una organización, las tres condiciones imprescindibles para una acción política eficaz.
La inexistencia de un liderazgo que esté a la altura del desafío es la mayor de las debilidades. Ninguno de los aspirantes a candidatos tiene la talla suficiente para ser considerado líder, y eso es muy grave cuando tampoco existen partidos políticos organizados, y mucho menos un conjunto de ideas, una doctrina, que pueda aglutinar a los potenciales electores alrededor de algo más que una figura individual.
La inexistencia de un liderazgo, que contrasta con la abundancia de aspirantes a candidatos, es el reflejo de un fenómeno mucho más profundo que el atribuible a desmedidas ambiciones personales. Es un síntoma más de las dificultades que tiene una parte de la sociedad boliviana, la que no se identifica con el “proceso de cambio”, para comprender, asimilar y afrontar una realidad cuya complejidad supera con mucho las interpretaciones que de ella se suelen hacer.
Como lo muestran sus actos, o la falta de ellos, el horizonte visual de los candidatos de la oposición no abarca más allá del próximo proceso electoral, mientras el oficialismo no exagera cuando sostiene que su plan de acción apunta a los próximos 50 años.
Hace ya más de un siglo y medio Abraham Lincoln reflexionó sobre ese problema. Dijo que mientras lo que le preocupa a un candidato son las próximas elecciones, a un auténtico líder le preocupan las próximas generaciones. Uno tiene la vista fija en el corto plazo y lo rentable para sus aspiraciones personales y las de quienes lo rodean; el otro está mirando a largo plazo, señalando rutas y buscando soluciones a los problemas fundamentales de su país.
Como es fácil constatar, esa diferenciación se ajusta plenamente a lo que ocurre en las filas de la oposición. Los expertos en el “marketing” político han ocupado el lugar de los estadistas, y el cálculo aritmético guía los actos de los aspirantes a candidatos y no la necesidad de abrir un nuevo cauce para el proceso histórico que se desarrolla.
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