domingo, 2 de agosto de 2009

La aritmética y la política


Así como hay sumas que restan, lo más probable es que cierta manera de multiplicar aliados dé como resultado una división de voluntades

Entre 1978 y 1980, cuando durante tres procesos electorales consecutivos las decenas de partidos políticos en que estaba dividida izquierda boliviana trataban de conquistar el poder a través de las urnas, hubo un tema al que se le dio máxima prioridad: la necesidad de unir fuerzas en un “frente único” para asegurar el triunfo y evitar la dispersión. Fue así como nació la Unidad Democrática Popular.
Hubo una sola voz que cuestionó firmemente la idea. Era Marcelo Quiroga Santa Cruz, candidato y jefe del PS-1, para quien la cantidad no era lo más importante sino la calidad. “La política no es como la aritmética –decía— pues hay sumas que restan”. La UDP, en cambio, priorizó la unidad y formó así un frente cuya heterogeneidad le dio buenos réditos electorales pero pésimos resultados políticos. Logró sumar siglas y votos, --éxito cuantitativo-- pero a costa de perder coherencia en sus actos –fracaso cualitativo--.
Resulta oportuno recordar esas lecciones históricas ahora, pues es muy similar la situación de las diversas corrientes en que está dividida la oposición. Hay quienes priorizan la inmediatista lógica aritmética y quienes viendo más allá del día de las elecciones se preocupan por el largo plazo, el que requiere una visión estratégica y no sólo coyuntural.
El pasado inmediato aporta también lecciones que deben ser tomadas en cuenta. La calamitosa experiencia de lo que fue Podemos, por ejemplo, ilustra muy bien el dilema.
Ahora, cuando la oposición afronta el desafío de articular un proyecto alternativo al que ofrece el MAS, se vuelve a plantear la disyuntiva entre la lógica aritmética y la política. Hay unos que pretenden sumar en una misma fórmula a individuos provenientes de las más diversas corrientes ideológicas, en desmedro de un mínimo de coherencia, y otros que, aún a riesgo de sacrificar una unidad tan artificial como artificiosa, proponen priorizar la construcción de una sólida plataforma que no se agote en el próximo acto electoral.
Aparentemente, el primer camino ofrece una ventaja cuantitativa plasmada en una suma de votos. Según esa lógica, al poner en un mismo “costal de gatos” a ex masistas y ex garcíamecistas, por ejemplo, se logrará que se agreguen en las urnas los votos de unos y otros. Pero así como hay sumas que restan, lo más probable es que esa manera de multiplicar aliados dé como resultado una división de voluntades y que a la larga no se obtenga ni cantidad ni calidad. Lo que fue Podemos es un buen ejemplo de lo que eso significa.
Una reconciliación con la racionalidad política, lo que implica distanciarse de la aritmética cuya máxima expresión es el “marketing” electoral, es pues uno de los desafíos que tienen los que aspiran a ser, más que candidatos --que sobran-- líderes del futuro, que es lo que falta.

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